Autorretrato con sueño
Por: Kepa Murua
La pobreza de sentirnos humillados,
sobrios de vida, ebrios por el deseo,
tocados con una vestimenta raída.
La miseria de escuchar nuestras voces
recordando viejos tiempos. Saboreando
momentos intensos y felices caminando entre rastrojos.
De ser adúlteros deslizándose
en extrañas camas. Un beso con la lengua
de una devoción compartida, pero triste.
El precipicio de la furia, el abismo
de nuestro pulso cuando despertamos
con el sexo humillado entre las piernas.
La rareza de sabernos huérfanos
en los claros de la noche, entre la luz
y la escoria de nuestros desencajados rostros.
Envejecidos por el viaje osado del tacto
y la nostalgia. Empequeñecidos como todo placer,
que inhumano, aparece y desaparece, en un instante.
Como la vida misma que en gestos prohibidos
se descubre a solas y sin palabras
uniendo su desnudez al irreconocible aliento.
El alma combada hacia la tierra.
Los dientes largos. Y el recuerdo desnudo
de un abrazo imperecedero sobre el frío suelo.
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