Crónica de los setenta
Por: Bernardo Atxaga
Banales my love tus fulgurantes medias de seda
Banal también la fantasía del filtro dorado de ese cigarrillo
El recuerdo o bien tú, humo asustado
E igualmente frágiles el amor y el hogar de la araña
Sueños refugiados al abrigo de tejados de cartón
Palabras que sólo en los gabanes pueden durar como Nunca
Siempre o Corazón o el silbido de un expreso perdiéndose en la noche
Y tu mirada my love manzana helada
Entre los dientes de los perros callejeros por esas aceras
Pero no te desesperes
Diciendo soy tan ínfima como el botón de mi abrigo
Podemos inventar pequeñas mentiras mientras tanto
Un hombrecillo (por ejemplo)
Borracho en una taberna pintada de verde
Tocando el piano my love solamente para ti
Y de entre os dedos te nacen ánades salvajes
Cada vez que pronuncia tu nombre
Loa árboles por ejemplo, enloquecieron anoche
Creciendo hasta atemorizar las nubes
Por ejemplo el sol
Entra en nuestra casa como un hombre desnudo
Con su cargamento de mariposas
Y podemos también echar una moneda en la máquina
Para decir tonterías oyendo Only you
O si no my love si quieres
Cierra los ojos
Y piensa que somos Bonny and Clyde y tú con un vestido rojo
Iríamos a alguna isla si, por otro lado,
En algún lugar hubiera islas
O sumergirnos en los proyectos de este nuestro pueblo
Si hasta las más atrevidas utopías no fueran tan ruines aquí
Al fin y al cabo qué puede decirse de la vida
Vale tanto como la cháchara de los agentes de seguros
Y es tan estúpida como la amante del pintor de moda
Una tarde de domingo incombustible
Mencionas el pasado: la burbuja de agua de los orígenes
El sonido escondiéndose como una espía tras el telón de acero
Podemos repetir también algunas palabras sobre el futuro, ante
Ojos por ejemplo, adjetivos calificativos
Papel higiénico inagotable
Calzoncillos de colores
Los médicos poniendo al día el cáncer
Y los poetas fanfarrones
Y la revuelta de las hijas de los directores de bancos
No, my love
Los monos no conquistarán el planeta por desgracia
King Kong no llegará a esta ciudad
Y aprovechando la fuerza profética de la más antigua estrella
Crecerá todavía la esperanza
Y el geranio del balcón
(dijo Humphrey Bogart inclinando su sombrero)
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