Friday, September 30, 2005

Todos los poetas gay

Por: Martín García

Kneeling male nude - Foto: dcwooten

todos los poetas gay
sienten placer especial en mostrar que son muy gay

todos los poetas gay
quieren que alguien los desprecie y se queje
de cómo está el mundo y piense
trolos de mierda
para ellos reírse
y hacer como que no les importa porque son superiores

todos los poetas gay a veces quieren
que no se considere su poesía como poesía gay sino
como que tiene un gran valor universal para toda la humanidad
pero ningún poeta gay
puede resistir la tentación de seguir hablando todo el
tiempo como una loca
de hombres y de pijas en sus poemas

todos los poetas gay son reiterativos y aburridos
y no tienen ningún vuelo poético
porque cuando un poeta gay llega al punto máximo de lirismo
de cualquier poema que está escribiendo
su cabeza nada más piensa pijapijapijapijapija
y ningún poeta gay puede resistirse a incluir en sus poemas
las palabras que más disfruta
golosinas para las bocas de todos los poetas gay
hablar de la pija su pija que me rompe el orto su enorme verga
su impresionante banana o sus litros de leche caliente etc

todos los poetas gay se preguntan si sus poemas no olerán mal
como calzoncillos sucios para los que no comparten
su calentura gay

todos los poetas gay
escriben muchos poemas gay en invierno
para estar calientes
y en verano no escriben muchos poemas
porque están demasiado calientes todo el día como para escribir

muchos se preguntan por qué
todos los poetas gay
no se cojen entre ellos

todos los poetas gay se deleitan en ser guarangos y asquerosos
y se excitan escuchándose decir frente a la gente cosas como
rompeme el orrrto
haceme el culo
cogeme bien papá
haceme rebalsar el agujero de guasca
haceme caca en el ojo
etc

todos los poetas gay en el fondo creen
que una película porno es mejor que un poema
y que una buena cogida es siempre mejor que todo
y por eso siempre se preguntan
por qué miran películas
y por qué escriben poemas

todos los poetas gays
aspiran a ser cristos o santos
y algunos poetas gay lo lograron
como San Juan De La Cruz

todos los poetas gay
escribieron alguna vez un poema de amor a una mujer
generalmente
a su madre

todos los poetas gay
preferirían ser estrellas ricas y famosas
y bailar como madonna en vez de escribir poemas gay
aunque una cosa no quita la otra

todos los poetas gay
escriben poesías
para conseguir chicos
por eso cuanto más viejos son los poetas gay
más poemas necesitan escribir

todos los poetas gay
tienen otro oficio además de poetas gay
por ejemplo hay poeta gay médico
poeta gay novelista
poeta gay maestro
poeta gay empleado
los poetas gay
son como los pitufos
que además de ser pitufos son otra cosa
como el pitufo músico
el pitufo filósofo
o la pitufina

todos los poetas gay
eligieron la poesía
frente a otros géneros literarios como el teatro o la novela
porque la poesía
era más fácil

algunos dicen que existe una cierta sensibilidad gay especial
que se puede percibir en el cine y en las novelas y en la poesía gay
todos los poetas gay
tienen una sensibilidad especial
especialmente
en el culo

todos los poetas gay
saben que la homosexualidad es genética
como todos los poetas gay
saben que la poesía también es genética
pero igual
hasta los poetas gay se ponen tristes
alguna vez
y sienten culpa por ser poetas gay
en vez de ser poetas hétero

todos los poetas gay
llevan su vida personal a la poesía
porque es más fácil que llevar la poesía a su vida personal

a todos los poetas gay
les gusta leer poemas gay
por eso antes de leer un poema
se hacen los boludos y se fijan rápido si hay alguna palabra clave
para ver si es gay o no

en Estados Unidos hay miles de libros de poetas gay
y antologías de poesía gay y editoriales de poesía gay
la mitad de los americanos gay
deben ser poetas gay
y esa es otra razón por la que amo Estados Unidos

los mejores de todos los poetas gay que conozco son
Shakespeare Pasolini Whitman Kavafis Ginsberg Cernuda
Purdy Perlongher Tennessee Williams y Pablo Perez
y el peor de todos los poetas gay
es Federico García Lorca
también es muy bueno el poema de Gabriela
que se llama concurso de tortas ganadora Sonia
quizás a los que no son gay
les dan ganas de ser gay
cuando escuchan un buen poema gay
como a mí me dieron ganas de ser torta
cuando escuché el poema de Gabriela

a ningún poeta gay
se le ocurre escribir poesías pensando
que sus poesías sirven para reemplazar a los hijos que no van a tener
pero a algunas poetas lesbianas sí
como Marilina Ross

todos los poetas gay
tienen sobrinitos

todos los poetas gay
aspiran a leer o escribir alguna vez
un poema gay que dé placer físico instantáneo
como la comida las drogas o el sexo
pero no se puede


El figorífico vacío

Por: Kepa Murua

Una vez abierto el envase, consérvese en frigorifico - Cirenaica Moreira

Un día de primeros de año,
con el frigorífico vacío, es la alegría
una ciudad triste que se aleja y bosteza.

Sus últimas monedas, que por esas fechas
buscan trabajo en una ciudad
que no duerme ni te acepta.

La noche de un año maldito
para olvidar sus blancos ojos
en una ciudad de falsas promesas.

Junto al fuego, ateridos de vergüenza,
los amaneceres grises en un banco frío
de enero y la ciudad que aún no despierta.

Con el árbol de las luces apagadas
y la sien de los enfermos en un lugar
cualquiera, que de todos nos aleja.

Entre cartones y bidones de fuego
en el sueño de un rincón perdido.
Esta ciudad que respirar no nos deja.


Bueno, digamos

Por: Virgilio Piñera

Bueno, digamos que hemos vivido

Bueno, digamos que hemos vivido,
no ciertamente -aunque sería elegante-
como los griegos de la polis radiante,
sino parecidos a estatuas kriselefantinas,
y con un asomo de esteatopigia.
Hemos vivido en una isla,
quizá no como quisimos,
pero como pudimos.
Aun así derribamos algunos templos,
y levantamos otros
que tal vez perduren
o sean a su tiempo derribados.
Hemos escrito infatigablemente,
soñado lo suficiente
para penetrar la realidad.
Alzamos diques
contra la idolatría y lo crepuscular.
Hemos rendido culto al sol
y, algo aún más esplendoroso,
luchamos para ser esplendentes.
Ahora, callados por un rato,
oímos ciudades deshechas en polvo,
arder en pavesas insignes manuscritos,
y el lento, cotidiano gotear del odio.
Mas, es sólo una pausa en nuestro devenir.
Pronto nos pondremos a conversar.
No encima de las ruinas, sino del recuerdo,
porque fíjate: son ingrávidos
y nosotros ahora empezamos.


Canción a una dama en la sombra

Por: Paul Celan

Tulipán multicolor - Foto: Lola Cárdenas Luque

Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes,
¿Quién saldrá ganando?
¿Quién saldrá perdiendo?
¿Quién se asomará a la ventana?
¿Quién pronunciará primero su nombre?

Alguien que es portador de mis cabellos.
Los lleva como se lleva a los muertos en las manos.
Los lleva como llevó el cielo mis cabellos aquel año en que amé.
Los lleva así por vanidad.

Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
No pronunciará su nombre.

Es alguien que está en posesión de mis ojos.
Los tiene desde que se cierran los portones.
Los lleva en los dedos, como anillos.
Los lleva como añicos de fruición y zafiro:
era ya mi hermano en otoño;
y ya cuenta los días y las noches.

Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el último.

Es alguien que tiene lo que dije.
Lo lleva bajo el brazo, como un bulto.
Lo lleva como el reloj su peor hora.
Lo lleva de umbral en umbral, mas no lo arroja.

Ese no saldrá ganando.
Saldrá perdiendo.
Se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el primero.

Será decapitado con los tulipanes.


Tuesday, September 20, 2005

Pájaros de Portugal

Por: Joaquín Sabina

Un faro a Sagres - Foto: Iguana Jo

No conocían el mar
y se les antojó más triste
que en la tele, pájaros de Portugal
sin dirección ni alpiste
ni papeles.

Él le dijo vámonos,
dónde le respondió
llorando ella,

lejos del altar mayor,
en el velero pobretón
de una botella.

Despójate del añil
redil del alma de nardo
con camisa.

Devuélveme el mes de abril,
se llamaban Abelardo y Eloisa,
arcángeles bastardos de la prisa.

Alumbraron el amanecer muertos de frío,
se arroparon con la sensatez del desvarío
tuyo y mío de vuelta al hogar,
qué vacío deja la ansiedad.
Qué vergüenza tendrán sus papás.

Sin alas para volar,
prófugos del instituto,
y de la cama, pájaros de Portugal,
apenas dos minutos
mala fama.

Luego la guardia civil
les decomisó el sudor
y la sonrisa, las postales de Estoril
sin posada, sin escudos
y sin visa.

Se llamaban Abelardo y Eloisa.

Bucearon contra el Everest
y se ahogaron,
nadie les enseño a merecer
el amparo de la virgen de la soledad,
qué pequeña es la luz de los faros.

Bucearon contra el Everest
y se ahogaron,
nadie les enseño a merecer
el amparo de la virgen de la soledad,
qué pequeña es la luz de los faros
de quien sueña con la libertad.


Sunday, September 18, 2005

Ludibrios

Por: Miguel Ángel Torello

Brillando en el odio de los mandriles

BRILLANDO EN EL ODIO DE LOS MANDRILES
CINABRIO, AGUARDIENTE
RELICARIO

9 AZUFRES DE HAMBRE

UNA ALIMAÑA
EN LA COMIDA DEL GUARDÍAN
LUDIBRIOS
PROLIFERACIÓN
LUZ DE CRÓTALO Y MENINGE
EN CÓDIGO DE PULPAS DEFORMANTES
LUDIBRIOS
ANUDAMIENTO
FORMULACIÓN
DISPLICENCIA
CONTRACCIÓN
SEQUEDAD
DERRAMAMIENTO
LUDIBRIOS
"TEMO QUE ESCAPEN COMO ESCAPAN SIEMPRE, COMO ECHAN A VOLAR SIEMPRE, PORQUE NADIE SABE, NI HA VISTO, NI CONOCE, PERO ES NECESARIO QUE DIGA"
LUDIBRIOS
RANURAS
DISTORSIONES

MANSIONES DEMOLIDAS
DESARMADERO
MUJERES FERMENTADAS

DESARMADERO: TRAFICAS EN LO HERIDO, TE VENDES
EN LOS MODOS DE DECIR

EN EBULLICIONES QUE REBASAN
TROMPAS DE VACÍO
TE CONTRAES
Y TE FUNDES EN DELECTACIÓN


CERROJOS DESHECHOS
DESARMADERO
DESPOJOS OLVIDADOS

- LO QUE NO OYE -
- LO QUE NO CONCIENTE -
LUDIBRIOS

PRIMERO UNA INSINUACIÓN, UN CONTRAERSE DE LO RAMIFICADO, LUEGO LO PÉTREO, LO MURMURANTE, LO IRRADIADO. PRONTO ES UN EMPAPARSE, UNA BLANDURA AMOROSA, UN IRSE EN GORGEOS, EN DORADOS SERVILISMOS. Y TODO LATE, LATE EN CLARIDADES, EN INCANDESENCIAS, EN BRILLOS FRONDOSOS, EN CONEJERAS DE TERNURA FLOTANTE

SE SUSPENDE
FRAGOR DE BLANCAS
CULEBRINAS


CIUDADES
CANTAN
ROSAS

" TE LO HUBIERA DADO TODO
Y MI ALIENTO HASTA EL FIN
DE LAS AGUAS"
Y RETORNA
AL ARDOR QUE NO CONCE
LOS PECES DE LA CARNE BOCA ARRIBA


LUDIBRIOS
UN PRESAGIO DE NAVÍOS DESGUASADOS
EN VOCABLOS DE ARCILLA SIGILOSA:
DEBÍ
PERO ERA TARDE
TROMPA - CADENA-CÓRNEA- TUMULTO
NO SUPIERON, O NO QUISIERON
TRAMPA-TRONERA
CERRABAN LOS OJOS
NIÑO-TUGURIO
SE HACÍAN PEDAZOS
- CARACOLES VACÍOS
- Y VENÍAN LOS RECELOS
....SALÍTRE LARVAL EN BOMBAS TIMPÁNICAS EN COPA MARINA
EN ÓPALO EN LUCIÉRNAGA....
Y LAS ACUSACIONES MÚTUAS
¡TUS TROMPAS DE FRUICCIÓN
Y TU AMOR DE FREGADERO!

LUDIBRIOS
VÁLVULA DE ORGÍAS BOQUIABIERTAS
ESCUELA FERMENTADA EN LODOS DE ALUVIÓN
BANQUETE DE LA ORTIGA -SALUDO DEL DESASTRE
EN ONDAS BENTÓNICAS LA DANZA DEL MORBO.
ALCOBA DE RAPIÑA - CUCÚRBITAS DEL ANTRAX
VEGETALIA DEL AMOR:
" FÓSFORO MANSO DE LOS TUS OJOS
DESECHO EL PLENILUNIO
DE MONOS AULLADORES"

BODEGA EXORBITADA - TRONAR DEL ESCAPAMIENTO
LA FLOR EN EL TRASERO. LA ALONDRA EN LA ESCAFANDRA
-AUNQUE SUPIERA QUE LOS PERROS ORINABAN EN EL RESPLANDOR,
Y QUE AQUELLO SE PARECÍA A LA DOCILIDAD, AL RENCOR AL
HUNDIMIENTO

LUDIBRIOS
MIS MANOS MIS MANOS
UNA SIEMBRA DE SONIDOS BLANCOS
UN TALLER DE VIBORILLAS, UN CRISOL DE LENGUAS ALOTRÓPICAS
EN INVASIONES DEL AGUA DE NOVENTA CODICIAS
HASTA EL ÁRBOL MÁS PURO DEL MORIR DE SED

"MIS MANOS, MIS MANOS"
CON TODO LO BULBOSO, LO CIFRADO, LO ORADANTE
RESPIRADO EN MADRIGALES CORROSIVOS,
LA VIDA ANTÍGÜA, LOS HERVORES MUSICALES
LOS HÁBITOS DE AMOR EN LOS LUDIBRIOS
LO MANSO, LO PURO, LO FRAGANTE
LABORATORIO Y CABELLERA
EN LOS LUDIBRIOS
LA SOLEDAD TORRENCIAL
LA SELVA TIMPÁNICA, LOS YACIMIENTOS INSOMNES
LAS ONDAS QUE INCUBAN EN POZOS DE FLOGISTO LOS ORATORIOS
DEL VINO DE LA AURORA BOREAL


Saturday, September 17, 2005

Escrito como repulsa de las supersticiones vulgares

Por: John Keats

Iglesia caminando - Diego Manuel

Las campanas repican melancólicamente
convocando a los fieles a nuevas oraciones,
a nuevas lobregueces, a espantosas angustias,
a escuchar el horrible sonido del sermón.
Sin duda que la mente del hombre está encerrada
en un oscuro hechizo, pues todos se separan
del gozo junto al fuego, de los aires de la Lidia,
del elevado diálogo con los que en gloria reinan.
Aún, aún repican, y sentiría un frío
y una humedad de tumba si no fuera consciente
de que están extinguiéndose cual vela consumida,
de que son los gemidos que exhalan al perderse
en el olvido, y pronto crecerán nuevas flores
y muchas maravillas de perdurable estampa.


Friday, September 16, 2005

Written in disgust of vulgar superstition

Por: John Keats

Iglesia caminando - Diego Manuel

The church bells toll a melancholy round,
Calling the people to some other prayers,
Some other gloominess, more dreadful cares,
More harkening to the sermon's horrid sound.
Surely the mind of man is closely bound
In some black spell; seeing that each one tears
Himself from fireside joys, and Lydian airs,
And converse high of those with glory crown'd
Still, still they too, and I should feel a damp, -
A chill as from a tomb, did I not know
That they are dying like an outburnt lamp;
That 'tis their sighing, wailing ere they go
Into oblivion; - that fresh flowers will grow,
And many glories of immortal stamp.


Thursday, September 15, 2005

Graal

Por: José Ángel Valente

The Vulva Puppets - Dorrie Lane

Respiración oscura de la vulva

En su latir latía el pez del légamo
y yo latía en tí.
Me respiraste.
en tu vacío lleno
y yo latía en tí y en tí latían
la vulva, el verbo, el vértigo, el centro.


Tuesday, September 13, 2005

Maternidad

Por: José Pedroni

Devlyn's Miracle - Foto: David Lace - Red Ball Studios

Mujer, en un silencio
que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas
crecerá tu cintura.
Y en el mes de la siega
tendrás color de espiga,
vestirás simplemente,
y andarás con fatiga.
El hueco de tu almohada,
tendrá un olor a nido,
y a vino derramado,
nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca,
tu voz, con la vergüenza,
se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
[El cielo de tus ojos
será un día nublado]. (*)
Tu cuerpo todo entero,
como un vaso rajado
que pierde un agua limpia.
Tu mirada, un rocío,
tu sonrisa, la sombra
de un pájaro en el río.
Y un día, un dulce día,
quizás un día de fiesta
para el hombre de pala,
y la mujer de cesta.
El día en que las madres
y las recién casadas
vienen por los caminos
a las misas cantadas.
El día que la moza
luce su cara fresca,
y el cargador no carga,
y el pescador no pesca.
[Tal vez el sol deslumbre.
Quizás la luna grata,
tenga catorce noches,
y espolvoree plata
sobre la paz del monte.
Tal vez en el villaje,
llueva calladamente]. (*)
Quizás yo esté de viaje.
Un día, un dulce día,
con manso sufrimiento,
te romperás cargada
como una rama al viento.
Y será el regocijo
de besarte las manos,
y de hallar en el hijo
tu misma frente simple,
tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos,
un poco, casi nada.




Este poema pertenece al libro "Gracia plena", de D. José Pedroni.
La versión recogida en este Poemario de los Cien Gaiteros del Delirio apareció en el disco de Jorge Cafrune titulado "Jorge Cafrune interpreta a José Pedroni".
Los (*) pertenecen a dicha versión.
Vaya en homenaje a todas las madres.



Las muchachas son rubias

Por: Manuel Vázquez Montalbán

Foto: David Lace - Red Ball Studios

Las muchachas son rubias
como deseos adolescentes
contienen fríos misterios
de la noche del norte
mis recuerdos son baratos
azules teñidos por la noche del sur
sobre el Nobel Parken
el otoño se llueve tango
mi memoria se fue con otro
mis deseos sobrevivirán.
Tango tango de Estocolmo
las muchachas son rubias
y nunca sabrán mi nombre
ni el de mi ciudad.


Por: Charles Bukowski



Eres una bestia, me dijo ella
con tu blanca panzota
y esos pies peludos.
nunca te cortas las uñas
y tienes manos regordetas
zarpas como de gato
tu narizota colorada y brillosa
y los huevos más grandes
que he visto nunca.
arrojas esperma como una
ballena arroja agua por
el agujero de su espalda

Bestia bestia bestia
me besa,
Qué quieres para el
desayuno?


Sala de autopsias

Por: Raymond Carver



En esos tiempos yo era joven y la fuerza
de diez hombres habitaba mi cuerpo,
para lo que mandaran.
Trabajaba en el hospital en el turno noche
y una de mis responsabilidades
cuando el forense terminaba sus tareas
era la de limpiar la sala de autopsias.
Ellos no tenían horario, algunas veces
terminaban temprano, otras demasiado tarde.
Y para que el personal de limpieza no se aburriera
dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo.
Un pequeño bebé quieto como una piedra
y más frío que la nieve. Un negro corpulento de pelo blanco
con el pecho partido al medio y los órganos vitales
flotando en una bandeja a un costado de su cabeza.
Yo siempre estaba solo, ahí. La manguera derramaba agua.
Las luces colgadas del techo encandilaban.
Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
una pierna de mujer de formas perfectas
y excesiva palidez.
Yo sabía para qué era la pierna,
en ocasiones los había observado.
A pesar de eso me quedé sin respiración.

De madrugada en casa mi mujer
me decía ¿Dulce, todo va a salir bien. Podemos hacer cambios,
vivir de otra manera?. Pero no es tan fácil.
Ella agarraba mi mano entre las suyas, con fuerza,
yo me reclinaba en el sillón y cerraba los ojos.
Yo pensaba ¿en? cualquier cosa. No sabía en qué.
Yo dejaba que ella llevara mi mano a sus tetas.
Yo abría los ojos y miraba el cielo raso o el piso,
¿qué importa?
Mis dedos se arrastraban hacia su pierna, tibia y bien formada,
que ante la más suave caricia temblaba y se levantaba delicadamente.
Mi mente estaba confundida y cómo decirlo ¿sacudida?
No pasaba nada. Todo estaba pasando.
La vida era una piedra
que lentamente se iba gastando
y afilando.


La iglesia muerta

Por: Georg Trakl



En oscuros bancos están sentados, apretados
y levantan las miradas apagadas
a la cruz. Los cirios vislumbran como velados
y sombría y como velada la Faz mortificada.

El incienso sube de dorado vaso
hacia la altura, un canto moribundo
se disipa, e incierto y dulce como un crepúsculo
invadido está en el espacio. El sacerdote avanza
hacia el altar; pero ejercita con cansado espíritu
los piadosos ritos-un miserable actor,
ante malos orantes de rígidos corazones,
en el acto sin alma del pan y del vino.

¡La campana suena! los cirios flamean sombríos-
y la más pálida, como velada la Faz mortificada!
¡El órgano murmura! ¡En los muertos corazones se estremece el recuerdo! Un sangriento rostro de dolor
se envuelve en la oscuridad y la desesperación
lo mira fijo desde muchos ojos en el vacío.
Y una voz semejante a todas las otras,
solloza-mientras el espanto creció en el espacio,
el espanto de la muerte creció: apiádate de nosotros-
¡Señor!


Ni una palabra

Por: Blas De Otero



hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía.

(De un romance viejo.)

Ni una palabra
brotará en mis labios
que no sea
verdad.
Ni una sílaba,
que no sea
necesaria.
Viví
para ver
el árbol
de las palabras, di
testimonio
del hombre, hoja a hoja.
Quemé las naves
del viento.
Destruí
los sueños, planté
palabras
vivas.
Ni una sola
sometí: desenterré
silencio, a pleno sol.
Mis días
están contados,
uno,
dos,
cuatro
libros borraron el olvido,
y paro de contar.
Oh campo,
oh monte, oh río
Darro: borradme
vivo.
Alzad,
cimas azules de mi patria,
la voz.
Hoy no tengo una almena
que pueda decir que es mía.
Oh aire,
oh mar perdidos. Romped
contra mi verso, resonad
libres.


Fragmento de composición coral

Por: José Ángel Valente



El sexo avieso.
El sexo desprendido del mendrugo.
La flexibilidad del inconforme.
El heroico en caprichos,
cerraduras,
reptiles
y rebeldes costumbres.
El sexólatra,
el sexófilo,
el sexófago,
el opuesto,
el convexo,
elreversible,
el lírico,
el azulado antes, en, después del parto
de una réplica humana en tarracota,
el parasexual
y el semifúnebre,
el sexicolosal,
el loro,
el moralista,
el somero,
el pasivo,
el vagabundo,
el sólo auricular,
el prometeico,
el mono triste,
el mono melancólico,
el mono, en fin,
el gran sustituido.


Monday, September 12, 2005

Isla

Por: Virgilio Piñera



Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?


El Sol

Por: Georg Trakl



A diario llega el sol amarillo sobre el cerro.
Es hermoso el bosque, la bestia oscura,
el hombre que caza o que apacienta.

De rojo asoma el pez en el verde de la alberca.
Bajo el cielo redondel
boga leve el pescador en su barca azulada.

Sin prisa va a sazón el racimo, viene el grano.
Al caer callado el día,
bien y mal ya están dispuestos.

Al entrar la noche,
leve alza el caminante el peso de sus párpados;
de la oscura garganta el sol despunta.


Polvo de estrella

Por: Raúl Rivero



Julia Roberts se equivoca conmigo
resisto su mirada hora tras hora
y otras veces la pongo de castigo:
contra el piso su cara seductora.

Si va a decirme algo, no hago caso
si me guiña los ojos o algo de eso
la oculto con un gesto de mi brazo
y le dejo en la boca congelado un beso.

Julia mira las paredes a porfía
sofoca con silencio su reproche
y yo, con mi desdén la mortifico.

Le ignoro normalmente por el día
aunque a decir verdad todas las noches
la uso con pasión como abanico.


El niño de la noche

Por: Miguel Hernández



Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar, desnudo como siempre he llorado.


Saturday, September 10, 2005

Cuando vengan a buscarme

Por: Virgilio Piñera



Cuando vengan a buscarme
para ir al baile de los cojos,
diré que no uso muletas,
que mis piernas están intactas.

Bailaré cha-cha-cha y son
hasta caerme en pedazos,
pero ellos insistirán
en llevarme a ese baile extraño.

Con dos hachazos estaré listo,
con dos muletas iré remando,
y cuando entre por esa puerta
me pondrán una coja en los brazos.

Ella me dirá: ¡Amor mío!,
yo le diré: ¡Mi adorada!,
¿cómo fue lo de tus piernas?
¡cuéntame, que estoy sangrando!

Ella, con gran seriedad,
me contará que fue a palos,

pero haciendo de sus tripascorazón como un brillante,
lanzará una carcajada
que retumbará en la sala.

Después, daremos las vueltas
de estos casos obligados,
saludaremos a diestra, a siniestra
y a muletazos.

Y cuando nadie lo espere,
a las dos de la mañana,
vendrá el verdugo de los cojos
para que no queden rastros.


Friday, September 09, 2005

Vamos, no llores...

Por: Carlos Drummond de Andrade



Vamos, no llores...
La infancia se ha perdido.
La juventud se ha perdido.
Pero la vida aún no se ha perdido.

El primer amor ya pasó.
El segundo también pasó.
El tercer amor pasó.
Pero aún continúa vivo el corazón.

Perdiste a tu mejor amigo.
No realizaste ningún viaje.
No posees tierra, ni casa, ni barco,
pero tienes un perro.

Algunas duras palabras
en voz tenue, te golpearon.
Esas, nunca, nunca cicatrizan.
Sin embargo, ¿existe el humor?


Los que sufren

Por: Carlos Drummond de Andrade



Las plantas sufren como nosotros sufrimos.
¿Por qué no habrían de sufrir
si esta es la llave de la unidad del mundo?

La flor sufre, tocada
por la mano inconsciente.
Hay una ahogada queja
en su docilidad.

La piedra es sufrimiento
paralítico, eterno.

Nosotros -animales- no tenemos
ni siquiera el privilegio de sufrir.


Thursday, September 08, 2005

Yo también Brutus

Por: Carlos Alfonso Barroso



en arte en política o en deporte
yo puedo apasionarme como cualquiera
recostado a un poste esperar que bajen
esos seres próximos a una grandeza equis
criminales en potencia entrenadores talabarteros o
simples secretarias
cuyas iniciales coinciden
con el amigo personal de un césar
y con una cuchilla de imprevistos ajusticiarlos
como se desenrolla una bobina: con dedicación y empeño.


Calendario perpetuo

Por: Miguel D'Ors



El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.


Soneto del vino

Por: Jorge Luis Borges



¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?

Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto

y el ditirambo nuevo que este día le canto

otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.


El santo

Por: Georg Trakl



Y cuando en medio del infierno
compuesto de tormentos por él mismo creados,
las crueles imágenes
de la lujuria
con gran ahínco le atacan
- Oh, ningún corazón fue jamas poseído
por vicios tantos, tanto desenfreno,
si, ningún corazón -, él levanta por fin
esos brazos huesudos, brazos sin salvación
hacia los cielos, y sus manos oran.
Su febril oración, empero, solo forma
tormentos de placer insatisfecho
cuyas brasas penetran fluidas
en el espacio místico de gran infinitud
y nunca suena el Evóe dionisíaco con ebriedad mayor
que en los rabiosos éxtasis
de saliva espumante, cuando rompe su grito
con desesperación mortal el cielo:
¡Exaudi me, María!


Propiedad privada

Por: Raúl Rivero.



Esta mujer es mía
mi instinto de animal
no me permite prestársela a un amigo.
No la comparto
ignoro si me presento ahora
como un monstruo ante ustedes
pero no cedo, no la doy
no le permito que entregue a nadie más
su corazón que a mí.

Esta mujer es mía
míos son sus afectos y sus lágrimas
su amor, su juventud
su carne, su tristeza
sus desesperaciones, sus manías
sus malas noches, sus dolores
sus amarguras y sus sufrimientos.

Esta mujer es mía
no la comparto
no la entrego
la defiendo de extraños
la resguardo de cataclismos y epidemias
la alimento y alimento a sus hijos
la abrigo y la poseo
le canto y la fecundo.

Ésta es la realidad.
Juzgadme con mesura
profundizando bien sobre estas cosas
y vamos todos a firmar este poema
en La Habana
en la década del 70
en medio de una lucha feroz por ser mejores
porque más nadie escriba nunca esta mujer es mía
como si fuera un libro o una lámpara.

Firmemos, ayúdenme a testimoniar este momento
queridos contemporáneos míos.


Monday, September 05, 2005

Viaje

Por: Wole Soyinka



Aunque llegué al final del viaje,
Jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
Que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
Incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
Que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
Para el perturbado pez entre las vainas susurrantes-
Yo los dejé atrás en mi ruta

Y así también con el pan y el vino
Necesito la repartición de derrota y carestía
Yo los dejé atrás en mi ruta
Jamás sentí que hubiera llegado
Aunque amor y bienvenida me atrapan en casa
Los usurpadores pasan mi copa en cada
Banquete como en una última cena


El hombre no reposa...

Por: Miguel Hernández



El hombre no reposa: quien reposa es su traje
cuando, colgado, mece su soledad con viento.
Mas una vida incógnita como un vago tatuaje
mueve bajo las ropas dejadas un aliento.

El corazón ya cesa de ser flor de oleaje.
La frente ya no rige su potro, el firmamento.
Por más que el cuerpo, ahondando por la quietud, trabaje,
en el central reposo se cierne el movimiento.

No hay muertos. Todo vive: todo late y avanza.
Todo es un soplo extático de actividad moviente.
Piel inferior del hombre, su traje no ha expirado.

Visiblemente inmóvil, el corazón se lanza
a conmover al mundo que recorrió la frente.
Y el universo gira como un pecho pausado.


Arte de cetrería

Por: Manuel Lozano



¿Cuándo es demasiado lo que es demasiado? ¿Y qué se vacía frente a mis ojos con esos intersticios de relámpago a punto de alzar su miserere? Ha de abrirse.

El cazador espera en el aguardadero fulmíneo del instante.

¿Cuándo es demasiado lo que es demasiado? La noche expande ahora sus dones. Me expando así en la letra: cuerpo yacente con cuerpo erizado.


Años de perro

Por: Ángela Vallvey

Orión

¿Existen trigales más allá de Orión?
¿hay musgo pegado a la corteza
de las constelaciones?
Yo hice un surco con la uña
sobre el tronco de un roble,
ignoré el ansia y la clara caricia
de mi madre, sin embargo no pude
enviar los rescoldos de mi aliento
a las estrellas.

Llovizna detrás del cristal de mi mazmorra,
de mi hogar como un bosque de nubes sombrías.
No tengo a nadie, pero viajo sin pensar
que el Sol, a estas horas del atardecer,
no es más grande que el ala
de algunas mariposas.


Cadáver

Por: Fernando G. Toledo

Cadáver

Si despertaras ahora
Sería de noche y sentirías un poco de frío
Podrías comprobar tu fetidez avanzada
Y oirías una música como un sonoro misterio

Si despertaras ahora
Con tus ojos amarillos
Podrías sentir la angustia del universo irrefrenado
La pesadez de tu camisa
La flácida ruina en los pulmones
Y la permanencia de las leyes de Newton

Si despertaras ahora cabrías
En un diluido recuerdo
Saludarías con tu mirada la última imagen de las cosas
Elegirías obviar las preguntas
Las excusas y tu conocida carne corrupta
No espiarías la habitación de ella
No indagarías si despertaras ahora
En el cuerpo del delito
De tu propia muerte

Si despertaras ahora quizás
Simplemente volverías a tu sueño
Ignorando si de todos modos
Fue hermoso creer como ellos
Que habría una razón al final del camino.




Fernando G. Toledo nació en Mendoza, Argentina, en 1974. Licenciado en Comunicación Social. Es periodista, crítico y editor del suplemento de espectáculos del Diario Uno de Mendoza, desde 1993. También poeta, ha publicado los libros "Hotel Alejamiento" (1998) y "Diapasón" (2003), este último en la editorial Libros de Piedra Infinita, de la que es co-fundador.
De la serie Menú: cadáveres (inédito), el presente poema está reproducido del blog del propio autor Razón atea


Friday, September 02, 2005

Inocente

Por: Mario Waits

Inocente

Te he de atrapar
Aunque tenga que deambular desnudo
En esta selva pantanosa
Donde se hunden los recuerdos.

Por lo pronto prefiero cerrar los ojos
Mirar como se paseaban mis dedos
Por tus avenidas de seda
Eso me mantiene vivo, alerta y en celo.

Bailemos de nuevo hasta el amanecer
Sin descuidar la batalla de las veinte mil lenguas
No evitaré convertirme en leopardo
Y desgarrarte de nuevo el universo.

El piso sepia y tibio no se queja
De que devore tu sexo
Con la fuerza de un lobo hambriento
Sin arrepentimientos porque de ellos nace el pecado.

Fumo esta niebla espesa de delirante hierba
Dalíes en trazos psicodélicos regalan tu silueta
Despierto en esta cárcel de piel con enrejado de huesos
La radio canta melancólica
"You are innocent when you dream"


A un pecador

Por: Francisco De Quevedo

Welcome to hell - Foto: Aramisse

Gusanos de la tierra
comen el cuerpo que este mármol cierra;
mas los de la conciencia en esta calma,
hartos del cuerpo, comen ya del alma.


Camino de imperfección

Por: Miguel D'Ors

Viejo castellano - Pascual Izquierdo

Joven,
yo era un vanidoso inaguantable.
«Esto va mal», me dijo un día el espejo.
«Tienes que corregirte».
Al cabo de unas semanas era menos vanidoso.
Unos meses después ya no era vanidoso.
Al año siguiente era un hombre modesto.
Muy modesto.
Modestísimo.
Uno de los hombres más modestos que he conocido.
Más modesto que cualquiera de ustedes.
O sea
un vanidoso inaguantable
viejo.


Desde alguna mochila desgastada

Por: Fernando Rojas

Mochila em Forli - Foto: mrmadguyva

Desde alguna mochila desgastada,
desde un piano que canta moribundo,
desde el alma de un muro
o desde el fondo de una guitarra cuántica...
desde un libro barato,
desde un espejo roto, opaco,
desde este lápiz mágico
o desde las historias del televisor
o de la radio:

desde el punto que mire me acontece,
donde ponga mis ojos
donde el llanto:

el amor se hará cargo de todo.


Las noches de los pobres

Por: Georg Trakl



¡Crepusculea
y sorda oh martillea
la noche en nuestro lar!
Susurra un niño:¡por qué temblar
así!
¡Pero más hondo nos inclinamos
los pobres y callamos
y callamos como si no estuviéramos ya aquí!


Gorrión

Por: Claudio Rodriguez

Gorrión

No olvido. No se aleja
este granuja astuto
de nuestra vida. Siempre
de prestado, sin rumbo,
como cualquiera, aquí anda,
se lava aquí, tozudo,
entre nuestros zapatos.
¿Qué busca en nuestro oscuro
vivir? ¿Qué amor encuentra
en nuestro pan tan duro?
Ya dio al aire a los muertos
este gorrión, que pudo
volar, pero aquí sigue,
aquí abajo, seguro,
metiendo en su pechuga
todo el polvo del mundo.


Autorretrato con sueño

Por: Kepa Murua

Abrazados - Foto: Incognit@

La pobreza de sentirnos humillados,
sobrios de vida, ebrios por el deseo,
tocados con una vestimenta raída.
La miseria de escuchar nuestras voces
recordando viejos tiempos. Saboreando
momentos intensos y felices caminando entre rastrojos.
De ser adúlteros deslizándose
en extrañas camas. Un beso con la lengua
de una devoción compartida, pero triste.
El precipicio de la furia, el abismo
de nuestro pulso cuando despertamos
con el sexo humillado entre las piernas.
La rareza de sabernos huérfanos
en los claros de la noche, entre la luz
y la escoria de nuestros desencajados rostros.
Envejecidos por el viaje osado del tacto
y la nostalgia. Empequeñecidos como todo placer,
que inhumano, aparece y desaparece, en un instante.
Como la vida misma que en gestos prohibidos
se descubre a solas y sin palabras
uniendo su desnudez al irreconocible aliento.
El alma combada hacia la tierra.
Los dientes largos. Y el recuerdo desnudo
de un abrazo imperecedero sobre el frío suelo.


Aquel otro pellejo

Por: Kepa Murua

Otra mujer maltratada y van...

Se juraron amor para siempre.
Se juraron fidelidad hasta que la muerte
hiciera acto de presencia.
Se juraron tratarse con respeto y dignidad.
Él habló de ternura. Ella
de la amabilidad y algún que otro reproche.

Se prometieron jóvenes y felices.
Se prometieron con aquel futuro
que tenían por delante.
A imagen y semejanza de los galanes
y actrices de antaño,
se prometieron amor sin avergonzarse.

Y ahora ella gime con los ojos morados.
El cuerpo del delito, como si tocara
otro pellejo que sólo a ella le pertenece.
También tiene miedo.
Sabe que la próxima vez no tendrá tanta suerte.

Y ahora él ni se da por vencido ni se arrepiente.
La próxima vez reconocerá el grito
su dolor y su espasmo.
Lo juro por mis muertos, dice.
Lo juro por el odio que te tengo, puta.

Donde se prometieron pasión ahora vive el odio.
Donde hubo luz, el temor y el engaño.
Los ojos de los niños miran asustados.
Los dedos palpan las heridas a tientas.
También mañana, si hoy no hemos muerto.




Hace un tiempo ya, escribí una pequeña historia. No pretendía mayor trascendencia que la de unirme a la denuncia de la hipocresía social, existente en torno a los malditos maltratadores y a la situación real de sus víctimas.
Quiero recuperarla hoy y unirla a este magnífico poema de Kepa Murua, poniéndola a disposición de quien quiera leerla.
La titulé La Bella, la Bestia y las Moscas y, por desgracia, sigue siendo una historia sangrantemente actual.


El don de la ternura

Por: Raymond Carver

Fuego bajo de chimenea - Foto: Tenebris

Tarde en la noche. Comenzó a nevar.
Los copos húmedos caían
más allá del cristal de las ventanas,
surcando el aire frío
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Observamos un rato la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar allí y no en otro sitio.
Puse un leño en el hogar,
me pediste que regulara
el tiro de la chimenea.
Nos metimos en la cama.
Cerré mis ojos, de inmediato,
pero
por razones que desconozco
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atravesó mi memoria.
Recordé esa tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstruí la escena:
regresé a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido únicamente por el rugido
de las turbinas del avión que carreteaba
lentamente bajo una lluvia de granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.
En las ventanas de los edificios no había luz.
Un lugar realmente solitario.
Sólo pasillos abandonados, hangares vacíos.
No vimos a una sola persona.
Es como si todo estuviera de luto,
fue tu comentario.

Abrí mis ojos.
El ritmo de tu respiración
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te cubrí el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron de la Argentina
a un departamento en el que pasé
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
pero el departamento disponía
de un amplio ventanal desde donde
podríamos haber mirado por horas
la autopista que rodea la bahía.
La heladera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por la luz interior
hasta el botellón con agua refrescante.
En el baño un pequeño calentador eléctrico
descansaba cerca del lavatorio.
Todas las mañanas mientras me afeitaba
calentaba agua en una vieja sartén,
el frasco de café instantáneo,
siempre a mano, en el botiquín.

Un mañana me senté en la cama
vestido, recién afeitado,
bebiendo sorbos de café caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que había decidido realizar.
Finalmente disqué el número
de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
le pedí prestados 75 dólares.
Me contestó que estaba sin fondos.
Su mujer había viajado a México
por unos días y él ya no tenía dinero,
no llegaba a fin de mes.
Está bien, le dije. Te entiendo.
Y así era,
no necesité explicaciones.
Hablamos un poco más y cortamos.
Terminé el café cuando el avión
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por última vez las luces de Buenos Aires.
Después cerré los ojos
iniciando el largo regreso.

Esta mañana hay nieve por todos lados.
Hablamos sobre la tormenta.
Me comentás que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. Yo también.
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura la que me interesa.
Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta mañana, igual que todas las mañanas.


Las ratas

Por: Georg Trakl



Brilla en el corral blanca la luna otoñal.
Fantásticas sombras el alero desata.
En vacías ventanas un silencio total.
Salen entonces suavemente las ratas
y aquí y allá silban saltarinas
y un horrible efluvio fecal
las husmea desde las letrinas
donde la luna riela fantasmal.

Y chillan de ansia demencial
y casa y granero corretean,
repletos de frutos y cereal.
Cierzos en lo oscuro lloriquean.


Poesía del exterminio

Por: Kepa Murua

Poesía del exterminio

Cuántas voces antes que nosotros,
con palabras más bellas que las nuestras,
dijeron lo que nosotros más tarde
quisimos firmar con nuestro pulso.

Cuántas manos antes que nuestros dedos
juntaran la faz del mundo
en un puño abierto, clamaron
como un vil siervo, a la libertad.

Cuántas voces antes que las arrugas
surcasen el cielo de tu rostro,
vieron la sangre azul en una vena abierta
aterida de fría nada.

Cuántos amantes y aventureros
leyeron, rodeados de esperma blanca,
el incesto del polvo y la palabra.

Cuántos hijos de una madre
se quisieron a sí como poetas.
Así como hombres de su pueblo.

Cuántos herederos de la palabra ajena,
inscribieron su nombre en los libros de historia
después de haber matado a tantos.

Cuántos hombres y mujeres
vieron pasar su vida entre visillos
con un jardín cercado por mil serpientes.

Cuántas madres rezaron para que sus hijos
no fueran poetas, con el asombro de sus manos
haciéndose sangre.

Cuántos hijos quisieron ser padres
y olvidarse de que no sólo eran ellos
sus nombres esclarecidos en un mal poema.

Cuánto frío de aquellas voces
que hoy nadie recuerda.
Cuánta mentira disfrazada de verso.


Negro bembón

Por: Nicolás Guillén

Cristal and Taiti - Foto: Paul photographer

¿Po qué te pone tan brabo,
cuando te disen negro bembón,
si tiene la boca santa,
negro bembón?

Bembón así como ere
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.

Te queja todabía,
negro bembón;
sin pega y con harina,
negro bembón,
majagua de dri blanco,
negro bembón;
sapato de do tono,
negro bembón...

Bembón así como ere,
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.


A un gato

Por: Jorge Luis Borges

A un gato - Foto: Tenebris

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.


Buda

Por: Yván Silén

Lolita - Foto: Simon Pais

Tu boca de uva es
la tristeza de la mariposa
de la muerte. Gris la lluvia y
gris el corazón contra los cielos
del caballo blanco que galopa contra
la sombra del caballo negro.

Tu boca de uva herida, húmeda,
con el olor de tu risa, con los jinetes
del cielo, intuyéndome, tocándome, me
besa sin lamerme, mientras tu Espantapájaro
ebrio (oscura noche de ojos negros, de pelo negro,
de pezón retinto) con la mirada deshecha y la piel rasgada.

Boquita lila los besos (noche de
trigo las aspas de Cálao, o del Hada
que en el arpa tiembla). ¿Es Buda o es Lolita?
¿Es Cálao o es Icaro que enjaulado por la carne late?

¡Es tu boca de uva...
como la tristeza del cielo!


La niña de Bagdad

Por: Antonio Casares

La niña de Bagdad

La niña de Bagdad abre los ojos en medio de la noche. Algo le impide denso, inquietante- conciliar el sueño; es una pesadilla demoníaca que la hace regresar a la vigilia: iba por el angosto laberinto de una ciudad sitiada por la muerte, viendo el resplandor de los misiles, oyendo los impactos de las bombas sobre los edificios desolados que caían como torres de arena, rodeada de cascotes y esqueletos de casas como espectros, avanzando por el infierno de los cuerpos yertos, entre la indolencia de los objetos, oyendo el estertor de los heridos, las maldiciones de los moribundos, el negro Apocalipsis de la nada. La ciudad era un inmenso hospital, un cementerio por el que iba inerme, sin nadie que acudiese en su auxilio o escuchase sus inútiles quejas: era una muerta más entre los muertos. Entonces despertó, lívida, insomne, en la pesadilla de lo real, en la incertidumbre de la duermevela...

La niña de Bagdad tiene los ojos grandes como dos lámparas votivas que se han mirado en los espejos ciegos del Tigris y del Eufrates, los ríos sagrados de la antigua Babilonia que muy pronto serán ríos de sangre. Le han dicho que allí estuvo el paraíso, y que el lugar era Mesopotamia. Le han hablado de Lilith, un enigma, Le han contado los prodigios de Isthar, la diosa cuyo fulgor permanece en los alfanjes y en las cimitarras y en las mezquitas que aún huelen a incienso. Le han hablado de las vastas epopeyas y del gran Gilgamesh, el héroe mítico que se invoca en los libros sin tiempo. Ha soñado con Las Mil y Una Noches y ella pronuncia con fervor su nombre: Quitab alif laila ua laila. Está orgullosa de su pueblo. Sabe que no puede morir lo que es eterno, sabe que nada sabe del futuro, y vive la zozobra del presente. ¿Qué piensan los adultos de los niños? ¿Piensan quizá que los niños no piensan? ¿Se creen más perfectos que los dioses o más sabios que Aláh? Sus manos tiemblan, mientras abraza una muñeca rota, igual que si abrazara la vida sobre las ruinas de un antiguo templo. Está confusa, muy confusa, y sola, en una habitación del universo, en un rincón recóndito del cosmos, como muchas otras niñas de Irak, como otras niñas de Estados Unidos, como otros muchos niños del mundo. ¿Habrá alguno que no se sienta solo? ¿Por qué no les preguntan a los niños sobre las guerras en vez de a la ONU? ¿Qué se les enseñará en las escuelas? ¿Podrán amar la paz viendo la guerra? En la televisión ha visto cosas terribles, las ha oído abominables, ha visto a sus amigos mutilados, ha visto violaciones y matanzas, ha visto el desamor de los prostíbulos, ha visto lo que no quería ver, las tiendas saqueadas por el hambre, ha visto las escuelas destruídas y la desolación de los pupitres, las casas convertidas en cenizas, las calles enterradas bajo el polvo, los muros derribados sobre el fango, el fuego miserable del rencor, la desvergüenza de los poderosos, y todo le parece abominable. Está confusa y, más que nada, triste. Nada entiende de lo que la rodea. No entiende las razones que esgrimen los que siempre se cargan de razones. Los hombres le han quitado la alegría y ya no puede sonreír como antes, cuando era simplemente una niña como todas las niñas de este mundo.

La niña de Bagdad es tan hermosa que parece sacada de un cuento: sus ojos son dos astros de azabache, sus labios son más dulces que los dátiles, su pelo es una noche sin estrellas, su frente es una plaza con palomas, sus brazos son las alas de la aurora, sus párpados encienden los ponientes, sus palabras son miel de los desiertos, su silencio es más bello que la música, su piel es una rosa de alabastro, su rostro es un espejo de la luna, su cuello es como un ánfora de seda, sus manos son dos cuencos de agua fresca, su sonrisa es un sol al mediodía, su risa evoca el canto de los pájaros, su llanto es como un mar que nos conmueve, su mirada recuerda a los oasis, sus dedos inventaron los laúdes, su cuerpo es un poema inacabado que escribe la belleza a cada instante, su alma es más hermosa que la Tierra que los hombres pretender destruír, envilecidos por la fuerza bruta, enloquecidos por el negro oro de la ambición que no conoce límites, y el mal que se adueñado de sus almas. Quizá mañana ya no exista el mundo. Quizá se llame uranio empobrecido. Quizá se llame cáncer o leucemia. Quizá haya otro Hiroshima o Nagasaki. Quizá mañana ya no se despierte. Nunca saldará su foto en los periódicos. Nadie sabrá que existe o ha existido. Nadie dirá su nombre mientras sueña. Ni Fátima, ni Myriam, ni Zulema: un ángel con las alas replegadas. Se siente la más sola de las niñas. Además tiene hambre: hambre de paz, hambre de amor y hambre de justicia, hambre de libertad que no se sacia, y sed de luz en este mundo ciego. Ahora está acurrucada en su cuarto. No se atreve a asomarse a la ventana para mirar la noche o las estrellas, pues sabe que en lugar de ver los astros verá sólo el fulgor de los misiles y en lugar de luna sarracena que antaño podía ver desde su cama, verá una inmensa gota de sangre a punto de cubrir todo el planeta.

La niña de Bagdad llora en silencio abrazada a un ejemplar de El Corán y a la muñeca rota de la vida, mientras oye el impacto de las bombas sobre las calles y sobre sus sueños. Sin saber que, a miles de kilómetros, unos seres con apariencia humana, sentados en sus poltronas de cuero, con su eterna sonrisa entre los labios, han dado la orden de que empiece el genocidio del pueblo iraquí.

La niña de Bagdad abre los ojos en medio de la noche y, como un símbolo del dolor de todo el universo, arrodillada ante el altar del mundo, sin poder comprender tanta locura, los cierra para no ver la muerte a caballo del odio y de la guerra.




Publicado en Otra Realidad ; un proyecto para la construcción de un semanario impreso independiente



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